Rollitos de berenjena con requesón y pesto

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La batalla campal que se abre todas las tardes en mi cocina cuando tengo que poner las neuronas a pensar en qué preparar para cenar es un gran conflicto. En casa me dicen que cualquier cosa, y en ocasiones, la falta de ganas tiempo hace que tiremos de "cualquier cosa" que hay en la nevera. No es lo que más me gusta hacer porque no siempre se tira por el lado más sano y sobre todo, equilibrado. Pero una se lía la manta a la cabeza y pa'alante. 

Mi sensatez hace que muchas noches el pescado sea a lo que más recurro. Es un recurso en el que no me complico mucho, aunque no conviene abusar de él, a pesar de lo que me gusta y de lo sano y ligero que es, si tengo en cuenta que no es de especial predilección de mis comensales. 

Pero hay veces en las que lo improvisado y rápido no tiene porqué lucir el apelativo de "comida rápida". Y la receta de hoy es un claro ejemplo. Lleva verduras, que son la berenjena y la salsa de tomate; y lleva proteína, la del requesón. Podría considerarse un plato único (dependiendo de los rollitos que comas, claro), que para una cena, y para mi, lo es. Pero cada cual puede juzgar de serlo y acompañarlo con alguna idea más si se te hace insuficiente. Si lo prefieres, se puede convertir en un ligero entrante para una comida.

La mía, esta:


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Ingredientes (Para 12 rollitos)
  • Una berenjena grande, aproximadamente 500 gramos
  • 250 gr de requesón
  • 2-3 cdtas de pesto genovés
  • Salsa de tomate
  • Piñones y albahaca fresca para decorar (opcional)
Elaboración
  1. Cortamos la berenjena longitudinalmente en lonchas de unos dos milímetros de grosor. Las salamos y las disponemos en un colador para que lloren durante al menos una hora. Transcurrido este tiempo las secamos con papel absorbente y las planchamos con una mínima cantidad de aceite. Las retiramos a un plato y dejamos que se enfríen.
  2. Mientras la berenjena está en reposo llorando, en un recipiente mezclamos el requesón y el pesto. Tapamos con film transparente. Reservamos en la nevera.
  3. Para formar los rollitos, ponemos una cucharada de requesón sobre la parte más redondeada de las lonchas de berenjena y enrollamos sobre sí misma. Disponemos cada rollito en una fuente.
  4. Para servir, acompañamos los rollitos con unas cucharadas de salsa de tomate, unos piñones y unas hojas de albahaca.

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Irish Blaa { Para Bake the World }

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¡Bienvenidos a la entrada panarra del mes de octubre para Bake the World

Muchos sabéis que este reto nos permite recorrer el mundo descubriendo panes de mil tipos. Nunca puedo resistirme a las propuestas que mes a mes nos lanzan Clara y Virginia. Pero es que la del mes de octubre se me hacía aún más difícil de resistir. No es que el blaa, el pan que hemos descubierto en esta ocasión, sea especialmente espectacular por su presencia, pues es un panecillo inundado de harina que guarda una miga que aunque algo prieta y de alveolos pequeñitos, es super tierna y jugosa, al igual que su corteza. 

El motivo es que es un pan oriundo de tierras irlandesas, tierras que he tenido la suerte de recorrer, descubrir y disfrutar en mis pasadas vacaciones de verano, como ya he comentado en alguna entrada anterior. Pero que desafortunadamente no pude degustar in situ. De manera ... ¿que cómo no aprovechar la ocasión que ahora nos brindaba Bake the World para descubrirlo?

El pan blaa es un pan idolatrado en el condado de Waterford, situado en el sureste de la isla, y también en la zona sur del condado de Kilkenny y por el que nosotros pasamos de puntillas. Ha merecido el reconocimiento de recibir el sello de Denominación de Origen, y como tal, ha de cumplir con unos requisitos que hacen referencia a su forma, aspecto, ingredientes, peso, método de elaboración y zona geográfica en la que se elabora. 

El sello de Denominación de Origen exige que los blaas sean de forma redonda o cuadrada, de color suavemente dorado, que estén totalmente embadurnados de harina, que durante la cocción hayan estado todos tan pegaditos unos a otros que al separarlos quede como marca la masa levemente abierta, y además, que entre los ingredientes no haya ningún producto químico.

Los blaa son parte del desayuno más típico de esta zona geográfica del sureste de Irlanda. Se sirven acompañando la típica taza de té y rellenos de abundante mantequilla. Hay estómagos fuertes que no pueden evitar rellenarlo de un tipo de salchicha de color rojo típica de aquella región, o de unas lonchas de bacon frito, aunque el bacon que se consume por allí no es la misma pieza que la que consumimos aquí en España, que es bastante más grasienta. 

Como los ingredientes con los que se elabora son naturales, es un pan de corta durabilidad y es aconsejable comerlo en el día. Por eso se suele elaborar por la noche para tomarlo en el desayuno, o se trabajan los ingredientes por la noche para que reposen y así elaborar los blaa por la mañana. 

Y esta es mi receta, extraída de un libro de panes que, ¡cómo no!, me traje de Irlanda en la maleta: Irish bread: Baking for today, de Valerie O'Connor.

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Ingredientes (Para 4 blaas)

  • 250 gr de harina de fuerza
  • 150-170 ml de agua tibia
  • 13 gr de levadura fresca
  • 7 gr de sal común
Elaboración
  1. En un vaso vertemos un poco del agua que vamos a emplear y deshacemos en ella la levadura. Mezclamos bien.
  2. En un recipiente amplio ponemos la harina y la sal, y mezclamos. Incorporamos el agua con la levadura y mezclamos de nuevo, y por último vamos incorporando el resto del agua poco a poco. Amasamos durante un par de minutos, le damos forma de bola y guardamos la masa en un recipiente y tapada. Dejamos que repose quince minutos. 
  3. Al cabo de este tiempo, amasamos de nuevo. Notaremos que la textura de la masa es más suave. De nuevo le damos forma de bola y la mantenemos descansando quince minutos más tapada.
  4. Vertemos la masa en una superficie de trabajo, amasamos hasta que quede una masa de textura suave y lisa, engrasamos ligeramente el recipiente en el que descansará toda la noche. Haremos lo mismo con la superficie de la masa. La tapamos y la dejamos en la nevera hasta el día siguiente. 
  5. Una hora antes de comenzar a trabajar con la masa, la sacamos de la nevera. La desgasificamos, la dividimos en cuatro porciones, damos forma de bola a cada una de ellas, y las dejamos reposar durante una hora en una bandeja con abundante harina en la base y sobre la masa. La tapamos con un paño.
  6. Precalentamos el horno a 225ºC. Preparamos una fuente de forma cuadrada, preparamos una cama con abundante harina, aplastamos ligeramente cada bola de masa y las colocamos muy pegadas unas a otras. Espolvoreamos con abundante harina y tapadas.
  7. Introducimos los blaa en el horno y los cocemos a media altura bajando la temperatura a 200ºC y entre 20 y 25 minutos. No han de dorarse en exceso.
  8. Sacamos del horno, retiramos a una rejilla y dejamos templar para consumirlos. 
Notas y consejos
  • Si prefieres no dejar la masa durmiendo en la nevera toda una noche, puedes simplificar la receta en tiempos dejando reposarla tras el primer amasado hasta que doble su volumen. Ese primer amasado ha de ser más prolongado y hasta que la masa quede con una textura suave y lisa. Y a partir de ese punto, el procedimiento es el mismo que todo lo explicado anteriormente. 




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Colcannon { Receta típica irlandesa }

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A estas alturas de nuestra historia, nadie hace una mueca por desconocimiento cuando oye la palabra  'Halloween', esa festividad de raíces celtas que en sus orígenes celebraba la llegada de los espíritus de los seres queridos en la noche del 31 de octubre, All Hallows' eve, la noche de todos los santos. 

Es por ello que ante la llegada de esta fecha, lo que directamente más asociamos con ella son motivos relacionados con lo sobrenatural, con los espíritus, con el terror, lo macabro y la muerte. En lo culinario el tema ha ido cobrando cierta gracia, pues es inmenso el ingenio de muchos para elaborar recetas con tintes "halloweenianos" pero que distan mucho de infundir miedo y que rayan más bien en lo simpático, divertido y gracioso. Todos habréis visto por la red dedos de bruja que son galleta, ojos ensangrentados que son huevos de codorniz con ketchup, cerebros hechos de gelatina, e infinidad de ideas más. 

Hoy mi cocina os invita a disfrutar de una receta típica de Halloween: Colcannon. No tiene nada que ver con motivos misteriosos, terroríficos, fantasmagóricos o del estilo, pero sí era un plato para disfrutar en una festividad celta tan arraigada en un país como Irlanda, donde se encuentran sus raíces, y seguro que esto es una sorpresa para muchos.

He de deciros que alrededor de esta antigua tradición vuelan ciertos aires de superstición, ya que el colcannon esconde ciertos elementos con los que predecir el futuro.

La tradición cuenta que tiempo atrás, se vendaban los ojos a una mujer soltera para que escogiera un repollo de los sembrados en un huerto. Con este repollo se elaboraría colcannon, en el cual se escondería un anillo. La mujer que lo encontrara, sería la próxima en casarse. También cuenta la tradición que aquella mujer casadera con deseos de casarse, habría de guardar la primera y la última cucharada de colcannon en un calcetín y colgarlo en la puerta de entrada a la casa; el primer hombre soltero que la atravesara, sería quien se casara con la joven. Hay quien escondía una moneda, símbolo de riqueza, y de la que podría disfrutar quien se encontrara con una en su interior. Pero quienes encuentren un botón o un dedal de la joven en cuestión, pasaría solo el resto de sus días.



En Irlanda, uno de los símbolos de la fidelidad, y no solo el amor, sino también de la amistad, es el anillo conocido como claddagh. Dos manos sostienen un corazón. Si el anillo se lleva en la mano izquierda, con la punta del corazón hacia el interior, señala el corazón de quien lo lleva y manda señales de que ese corazón está ocupado. Sin embargo, si se lleva en el dedo derecho, y la punta del corazón señala hacia fuera, hemos de interpretarlo como que la persona que lo lleva busca quien ocupe su corazón. Y si no hay interés alguno por encontrar un corazón que le corresponda, el anillo se llevará en un dedo de la mano derecha con la punta hacia dentro.

¿Pero quién necesita tener un huerto con repollos para casarse? ¿O almacenar restos de comida en un calcetín para lograr el amor deseado? ¿O quién estaría dispuesto a sufrir un atragantamiento por ingerir un anillo, un botón o un dedal, por muy amada que sea la doncella? Hoy en día, para alivio de médicos especialistas en atragantamientos, esta tradición se está perdiendo ;)

Ya sé que para muchos el repollo no presenta ningún atractivo. El olor que desprende en su cocción no le hace ganar adeptos fácilmente. Pero creedme si os digo que en esta receta, el repollo gana tal cremosidad y suavidad por efecto de la leche y de la mantequilla, que sentirlo en la boca os resultará de lo más agradable y os olvidaréis del olor que os haya dejado como recuerdo en vuestras cocinas. Yo apostaría por decir que es la receta ideal para iniciarse en él. 

Esta receta admite variantes: hay quien añade bacon, aunque yo no lo he hecho; hay quien añade chalota, cebolleta o puerro, en crudo o sofrita, o directamente no añade ninguna de ellas, pero sin embargo creo que le aporta un rico sabor. En Irlanda, y en muchos otros países, se puede encontrar una verdura familia del repollo y que hoy en día está muy de moda en el mundo gastronómico: el kale, de color verde intenso y de hojas muy rizadas y largas, y de un sabor muy marcado. El kale necesita muy poco tiempo de cocción, entre tres y cinco minutos, lo cual acorta el tiempo de elaboración.  

Y ahora sí que sí. Os explico cómo elaborar un típico Colcannon irlandés:

Ingredientes (Para 4 personas)
  • 4 patatas de tamaño mediano
  • 500 gr de repollo limpio
  • 5-6 cdas de mantequilla sin sal
  • Medio puerro
  • 250 ml de leche o de nata para cocinar
  • Sal
  • Pimienta
  • Nuez moscada
  • Cebollino para decorar (opcional)
Elaboración
  1. Pelamos las patatas, las ponemos en una cazuela con agua con sal que las cubra. Llevamos a ebullición y las cocemos entre 15 y 20 minutos, dependiendo de la patata. Una vez cocidas, las escurrimos y las aplastamos con un aplasta patatas. Reservamos.
  2. Mientras tanto preparamos el repollo. Quitamos todas las hojas exteriores que estén sucias, cortamos el repollo en cuatro cuartos, le quitamos el corazón y cortamos cada cuarto en tiras de un centímetro de grosor. Lo lavamos bien. 
  3. En una cazuela amplia, u olla a presión, ponemos agua con sal a cocer. Una vez que llegue a bullir, sumergimos el repollo y lo cocemos. En el caso de la olla a presión express, bastan veinticinco minutos. En el caso de una cazuela, sería el doble de tiempo. El repollo ha de quedar tierno. Escurrimos y aplastamos un poco para que elimine el exceso de agua de la cocción.
  4. En una cazuela ponemos una cucharada de mantequilla y sofreímos el puerro cortado transversalmente en tiras de unos dos milímetros de ancho. Cuando se haya ablandado, añadimos la patata, la leche - o nata -, una cucharada más de mantequilla y sazonamos con pimienta molida y nuez moscada. Y a continuación el repollo. Mezclamos todo el conjunto.
  5. Para servir, disponemos de la cantidad necesaria para cada comensal, hacemos un pequeño hueco en el centro y ponemos una nuez de mantequilla para que se derrita con el calor. Espolvoreamos con un poco de cebollino picado. 


Visto en Irish Central, con alguna variación.




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Pastel de salmón, patata y espinacas

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¡Qué orgullosa me siento de la receta de hoy! Un plato de aprovechamiento, un dos por uno, por ser un plato más que completo, completísimo, y porque está requete bueno. ¡Delicioso!

El hecho de tener que dejar la comida preparada de un día para otro para que sea un llegar-a-casa-calentar-y-listo, no querer meter a mi hija en los fogones sin mi presencia más que lo justo y necesario hace que busque elaboraciones completas que sirvan como plato único.

Un poco de salmón  a la plancha que sobró del día anterior, unas yemas de huevo de otras elaboraciones que no las necesitaban, y un tira de lo que se te antoje de la despensa, pero que encaje, dio como resultado este Pastel de salmón, patata y espinacas por el que apuesto a que en tu casa tus comensales alargarán el plato pidiéndote más.

¿Qué? ¿Apuestas algo?

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Ingredientes (Para 2 personas)
  • 200 gr de salmón fresco sin piel ni espinas
  • 200 gr de patatas
  • 40 gr de puerro
  • 340 ml de leche evaporada
  • 90 gr de queso Cheddar rallado
  • 100 gr de brotes de espinacas
  • 30 gr de nueces picadas grosamente
  • 2 yemas de huevo
  • 1 cucharada de queso parmesano rallado
  • Sal
  • Pimienta
  • Eneldo
  • Aceite de oliva
  • 1 cucharita de mantequilla
Elaboración
  1. Lavar, secar y picar el puerro muy finamente. Reservar.
  2. En una cazuela antiadherente, ponemos una cucharadita de aceite y planchamos el salmón, salpimentado previamente, a fuego fuerte durante un minuto por cada lado. Quedará un poco crudo, pero no importa, puesto que terminará de cocinarse en el horno. Retiramos y reservamos.
  3. En la misma cazuela ponemos la cucharada de mantequilla y freímos el puerro a fuego suave y removiendo con frecuencia. 
  4. Mientras tanto, pelamos la patata y la partimos en trozos pequeños para que se cueza más rápidamente. La añadimos a la cazuela con el puerro cuando este comience a ablandarse. Añadimos la leche evaporada, salpimentamos y llevamos a ebullición. Cuando rompa a hervir, bajamos el fuego a la mitad de potencia y dejamos cocer diez minutos. Al final, machacamos las patatas con un aplasta patatas. Añadimos 50 gramos de queso Cheddar, removemos y dejamos que se funda con el calor.
  5. Precalentamos el horno a 190ºC en modo gratinado.
  6. Añadimos los brotes de espinacas, mezclamos. Incorporamos el salmón desmenuzado, las dos yemas de huevo batidas, las nueces picadas y rectificamos de sal y pimienta si fuera necesario.
  7. Espolvoreamos el resto del queso Cheddar por encima, repartimos la cucharada de parmesano y terminamos espolvoreando un poco de eneldo. 
  8. Gratinamos hasta que el queso se haya derretido y dorado suavemente.
Notas y consejos
  • Es importante controlar en todo momento la leche evaporada mientras llega al punto de ebullición pues es fácil que a falta de removerla, se pegue en el fondo de la cazuela. De ahí que sea también aconsejable hacerlo con un utensilio de base antiadherente. 

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Huevo mollet sobre migas del pastor { Para #ConUnPar y #semanadelhuevo }

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Hoy no es 11 de octubre, fecha para la que estaba prevista la segunda publicación que desde Con un par compartimos en forma de huevo con vosotros. El hecho de que desde la Organización Interprofesional del Huevo y sus productos (INPROVO) haya promovido a lo largo de esta semana, desde el pasado 5 hasta hoy, 9 de octubre, una campaña informativa sobre el modelo europeo de producción de huevos, nos ha hecho cambiar de planes y adelantar nuestras publicaciones para sumarnos a la #semanadelhuevo bajo el logo "El Huevo, de etiqueta". Esta campaña explicará las formas de producción que existen, las medidas que garantizan la sanidad y el bienestar animal, el respeto al medio ambiente y cómo se mantiene su trazabilidad gracias al marcado y al etiquetado. Desde INPROVO realizarán diferentes actividades en los mercados mediante las cuales nos demostrarán que el huevo es un producto de confianza y calidad.

Para esta segunda entrega de nuestro reto Con un Par, hemos decidido que el huevo mollet sea el protagonista. El huevo mollet transmite a la vista la sensación de lo que el propio término significa en castellano: mullido. Se ven blanditos, tiernos, super apetecibles. Al corte, se aprecia una clara firme y nada acuosa, y una yema líquida que tienta a mojar pan de forma inminente. ¡Ummmm!

Elaborar un huevo mollet, para qué nos vamos a engañar, no es sencillo. Pero una vez que le has cogido el punto, ya no falla. El resultado final de lo que en esta entrada os muestro, es fruto de un juego de ensayo y error hasta llegar al acierto. Mucho he visto y leído en la red sobre ellos, sobre su elaboración y sobre el temido pelado, ¿y por qué temido? Porque son tan delicados, que a la mínima se nos puede ir todo al garete.

Para pelarlos, tras la cocción quedan tan blanditos que os puede resultar una labor que os infunda un cierto temor o respeto. Apuntad el truco de añadir un poquito de bicarbonato al agua de cocción, pues siempre que cozáis huevos, la química de agua caliente + bicarbonato ayuda a la proteína de la membrana para a se separe mejor de la clara. ¡Qué cosas! De igual manera que dicen que los huevos viejos se pelan mejor que los más frescos.

La información que os proporciono es referencial, puesto que el tiempo que se necesita para elaborar un huevo mollet perfecto depende de algún que otro factor, como por ejemplo, el tamaño del huevo y también la potencia del fuego. A mayor potencia, cocción más rápida y por lo tanto se precisa menos tiempo. He leído que el huevo mollet es el huevo de los "5 minutos", porque ese es el tiempo que se necesita para que salga perfecto, y lo que yo he logrado con ese tiempo es que la clara no cuajara por completo y quedara un poco acuosa. De ahí que alargara el tiempo de cocción a 6 minutos. Así que nada como experimentarlo vosotros mismos en vuestras cocinas, con las que ya estáis más que familiarizados.

Cómo elaborar un huevo mollet sin morir en el intento

  1. Prepara un temporizador y prográmalo para seis minutos. Si tus huevos son de tamaño menor o mayor que "L", tendrás que modificar los tiempos.
  2. Sobre el fuego, pon un cazo con un centímetro de agua. Llévala a ebullición con un poquito de bicarbonato o vinagre (esto facilitará la labor de pelado).
  3. Con la ayuda de una espátula, introduce los huevos frescos y directamente de la nevera, en el agua. Cubre el cazo con su tapa, baja la potencia del fuego y programa seis minutos. Mis fuegos se mueven entre el 1 y 9 de potencia, y los cocí en potencia 7. 
  4. Transcurridos los seis minutos, refresca directamente bajo el chorro de agua fría.
  5. Golpéalos suavemente por cada uno de sus extremos. Asegúrate de no tener que atender otros temas antes de ponerte con el siguiente paso: pelar los huevos. El bicarbonato o el vinagre, y tu paciencia, harán mucho por un pelado de huevos perfecto.
Como base en la que reposa el huevo mollet, he decidido preparar unas migas del pastor, un plato popular y humilde, comida de campo que antaño se tomaba alrededor de un caldero y cuchara en mano, típico de muchas cocinas extremeñas, andaluzas, aragonesas, castellano-manchegas y navarras; barato, y aunque trabajoso, bien merece emplear un rato frente a la cazuela, porque es de disfrute total en la mesa.


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Ingredientes (4 personas)
  • 4 huevos tamaño "L"
  • 500 gr de pan picado finamente para hacer migas
  • Agua
  • 2 cdas de manteca de cerdo
  • 150 gr de chorizo
  • 200 gr de panceta fresca
  • 100 gr de jamón serrano taquitos
  • 2 dientes de ajo
  • Pimentón picante
  • Sal común
  • Sal Maldon
Elaboración
  1. La noche de víspera preparamos el pan. En mi caso, compré un paquete de pan picado expresamente para hacer migas. En el caso de que deseéis picarlo vosotros mismos, el tipo de pan más recomendado es el candeal, de miga prieta. Hay quien lo pica en láminas del estilo al corte de la patata para hacer tortilla; hay quien prefiere hacerlo en taquitos.
  2. Ponemos el pan sobre un paño de algodón amplio y lo humedecemos repartiendo el agua con las mismas manos. Removemos y envolvemos con el paño. Lo dejamos reposar hasta el día siguiente.
  3. Al día siguiente, preparamos una olla muy amplia y honda, a ser posible antiadherente. Derretimos al fuego las dos cucharadas de manteca, y doramos en ella la panceta picada en taquitos. Lo hacemos lentamente para que desprenda la grasa.
  4. Proseguimos con el chorizo, el jamón y los dientes de ajo picados muy finamente. Removemos un par de minutos y vertemos el pan. Sazonamos al gusto. Removemos para que se impregne de la grasa de las carnes. Esta es la labor más tediosa, pues hemos de mantenernos frente al fuego removiendo con frecuencia las migas hasta que hayan perdido la humedad que tenían y se hayan secado ligeramente y comiencen a tostarse. Esto nos llevará entre media hora y tres cuartos de hora.
  5. Mientras tanto, cocemos los huevos mollet de la manera explicada en la introducción.
  6. Para servir, en un plato ponemos las migas a modo de fondo y sobre ellas el huevo, decorado con una nube de pimentón y unas escamas de sal Maldon.
Consejos y notas
  • Para acompañar las migas, y para que nos sirvan a modo de "empujarlas" al cubierto, hay quien gusta de hacerlo con uvas, otros con melón, y hay quien con ambas frutas. Y la verdad es que el contraste dulce-salado es muy acertado y ayuda a descargar lo rotundo que resulta esta elaboración.
Y este es el momento en el que os invito a visitar las cocinas de mis compañeras de reto y comprobar con qué elaboraciones nos van a sorprender. ¿Te vienes conmigo?
¡Y nos vemos el próximo 11 de noviembre con una nueva receta para Con un Par!


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Alcachofas con almejas { Reto Cooking the Chef }

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Hay una máxima que dice: "Quien no arriesga, no gana". Cuántas veces, ante ese ansia por hacer, por avanzar, por descubrir, por aprender, hay un algo que nos empuja a seguir adelante sea como sea sin miedo a perder nada. La ambición, el hambre de aventura, no es freno para los intrépidos. Y si hay que arriesgar, se arriesga. 

En junio de 2014 murió el chef Darío Barrio. Las circunstancias en las que murió son por prácticamente todos nosotros sabidas: su amor por el riesgo y por el salto BASE se lo llevaron de forma tan inesperada que era casi increíble. 

Hoy, 5 de octubre, desde Cooking the Chef homenajeamos a un cocinero que siempre ambicionó pasar su vida entre fogones, pero que otros intereses acabaron truncando un sueño que arrancó cuando cumplió 14 años. Su amor por la cocina le hizo viajar por muchos países, aterrizando en las cocinas de Akelarre y El Bulli. En 2004 abrió su propio restaurante, dASSA bASSA y en la que defendió la cocina de mercado y con influencia de cocinas internacionales. 

A lo largo de su trayectoria como cocinero profesional recibió diversos premios que galardonaron su buen hacer, tal cual lo pudo demostrar en programas de cocina emitidos en televisión como "Todos contra el chef" o "Cocina de Barrio".

Darío Barrio defendió a capa y espada la cocina de mercado, los productos de temporada, la vida saludable teniendo como base una dieta equilibrada y una vida en la que el deporte fuera un cimiento importante. Por lo que he podido descubrir por la red, su cocina es una cocina sencilla y sin grandes artificios. Al menos esa es la idea sobre la que ha trabajado delante de las cámaras para llegar a nuestros hogares. 

Puedo decir que me ha resultado algo difícil elegir qué receta elaborar, pues todas las que yo he encontrado son del corte que yo venía buscando: sencillas, y con ingredientes cercanos que tienes en casa con solo abrir la puerta del mueble de la cocina. 

Me decidí por una receta de Alcachofas con almejas. Una receta que me recuerda mucho a la de las Almejas a la marinera. Una receta suave y delicada y con una salsa de escándalo que pide a voces pan y pan. 

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Ingredientes (Para 4 personas)

  • 600 gr de corazones de alcachofas congelados
  • 600 gr de almejas
  • Unas hebras de azafrán
  • 50 gr de puerro
  • 1 diente de ajo 
  • 2 cdtas rasas de harina de trigo
  • 1 vaso de vino blanco
  • 2 vasos de agua
  • Unos taquitos de jamón serrano
  • Sal
  • Pimienta
  • Aceite de oliva
  • Harina 
  • Perejil picado
Elaboración
  1. Descongelamos los corazones de alcachofas y los secamos con papel de cocina. 
  2. Purgamos las almejas, y para ello las lavamos bajo el chorro del agua del grifo y después las sumergimos en un recipiente que tendrá agua y sal para ayudarles a eliminar las impurezas. Transcurrida una hora, sacamos las almejas, teniendo cuidado de no tocar los restos de tierra y demás que hayan quedado en el fondo, y las lavamos de nuevo. Desecharemos aquellas que estén rotas o no se hayan abierto. Las reservamos en un escurridor.
  3. En una sartén ponemos aceite para freír las alcachofas, previamente sazonadas con sal y enharinadas. A medida que se van dorando, las sacamos a un plato con papel de cocina.
  4. En una cazuela tostamos las hebras de azafrán y después las retiramos y las reservamos hasta posteriormente.
  5. En la misma cazuela ponemos dos cucharadas de aceite y pochamos a fuego suave el diente de ajo y el puerro picados muy finamente. Removemos continuamente para evitar que se doren. 
  6. Añadimos las dos cucharaditas de harina, la doramos, vertemos el vino y dejamos que evapore su alcohol. Proseguimos añadiendo el agua y cuando la salsa comience a espesar, distribuimos las alcachofas que teníamos ya fritas. También añadimos las hebras de azafrán. Llevamos a ebullición, y llegado a este punto, bajamos la potencia del fuego y dejamos que cueza el conjunto unos cinco minutos. 
  7. Añadimos las almejas y tapamos la cazuela con su tapa. Estarán listas una vez que estén abiertas. 
  8. Antes de llevar a la mesa, distribuímos unos taquitos de jamón y espolvoreamos un poco de perejil picado.

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