Pastel invertido de ruibarbo
Los cocinillas blogueros ... esos seres que irremediablemente han desarrollado un interés por la cocina y que a veces les hace parecer sobrenaturales a ojos de los demás. Para ellos no hay viaje que no se precie de visitar, obviamente, buenos restaurantes en los que satisfacer paladares y estómagos ansiosos por conocer nuevos ingredientes, nuevas elaboraciones, otras texturas. Pero este don sobrenatural va más allá, porque la satisfacción que da el pasear por un mercado o por los pasillos de un supermercado, es inmensa ... ¿o no? Y mayor aún cuando se trata de restaurantes o mercados más allá de nuestras fronteras y donde podemos encontrar ingredientes que aquí, en España, resultan bastante más difícil, aunque no siempre imposible. Pero eso hay que pagarlo.
El destino de nuestras últimas vacaciones estivales ha sido Irlanda. Los días previos a nuestro viaje me sentía como una niña pequeña. Este viaje suponía volver a un país que me enamoró años atrás, cuando lo descubrí por primera vez siendo estudiante. Y es que ahora lo podría disfrutar desde otra dimensión: recorrerlo de punta a punta, con la familia y muy a nuestro aire. Ahora no quiero extenderme con detalles sobre este viaje, pues lo haré en una entrada expresa para ello, espero. Y es que me emociono y no puedo evitar transmitiros estas emociones.
El caso es que entre todo lo que estaba en plan de visitar y conocer, yo había incluido en mi lista personal, visitar ciertos mercados locales de algunas de las localidades que visitaríamos, y algún que otro supermercado. Y alguna que otra escapada hice en solitario, je je je. Pero la gran visita la realicé el último día aprovechando esas horas perdidas de la mañana hasta que llega la hora de ir al aeropuerto para coger el avión de vuelta a casa. Me enganché del brazo de mi marido y de mi hija y los llevé conmigo al emocionante mundo de uno de los supermercados de mayor expansión en Irlanda y en el Reino Unido:
Tesco.
Allí me agencié con unas cuantas cosillas que no podía encontrar en España, o al menos, no con tanta facilidad como supone ir al super allí. Y entre todas ellas tenía que venirse conmigo una fruta-verdura de tallos entre rosados y verdes, de hojas venenosas, y que es muy preciado por algún que otro blogger cocinillas. ¿Sabéis de qué hablo? ¡Ruibarbo! La diferencia de precio con el que se comercializa en España, y en fruterías muy selectas, es abismal. Por tres euros, puedes adquirir ruibarbo en Irlanda, mientras que en España su precio se multiplica por cuatro.
La temporada de ruibarbo comienza en la primavera y se extiende a casi llegado el otoño. De manera que no podía dejar que terminara el verano sin elaborar una receta con él, dárosla a conocer, y congelar el resto para futuras elaboraciones.
Si alguno de vosotros se encuentra en las mismas circunstancias, ¿cómo congelar ruibarbo? Basta con limpiarlo quitándole los restos de hojas, así como los tallos en contacto con ellas, lavarlo, secarlo, y cortarlo en dados de un centímetro de tamaño. Los guardamos en una bolsa con autocierre, y se mantiene en el congelador durante un año.
El ruibarbo se caracteriza por un sabor un poco ácido, pero que sin embargo se suaviza con la cocción. Casa a la perfección con manzana, con pera, con fresas, con frutos del bosque, con jengibre, con miel, con quesos, con frutos secos. Vamos, que me atrevería a aconsejarte eso de ... pon un ruibarbo en tu vida, je je je. Lástima que el suelo y el clima españoles no sean los más propicios para ver crecer ruibarbos :(
La receta de hoy es un Pastel invertido de ruibarbo, uno de los pasteles que más, y más han gustado en casa, y eso que mis comensales no son mucho de bizcochos. Pero esa acidez propia del ruibarbo les va, y les va mucho.
¿Te apetece saber cómo elaborarlo?
Ingredientes
- 150-160 gr de ruibarbo cortado en discos finos de aproximadamente 1 milímetro de grosor
- 50 gr de miel + 50 gr
- 10 gr de mantequilla
- 125 gr de mantequilla a temperatura ambiente
- 150 gr de azúcar blanquilla
- 2 huevos a temperatura ambiente
- 1 cdta de esencia de vainilla
- 125 ml de leche
- 1 cdta de zumo de limón
- 190 gr de harina de trigo común
- 1 cdta de levadura química Royal
- 1/2 cdta de bicarbonato
Elaboración
- En un vaso ponemos la leche y el zumo de limón para hacer buttermilk. Dejamos reposar entre diez y quince minutos.
- Precalentamos el horno a 190ºC.
- En un cazo ponemos a calentar a temperatura suave 50 gramos de miel con 10 gramos de mantequilla.
- Engrasamos las paredes de un molde con base desmontable de 20 centímetros de diámetro. Vertemos la miel con la mantequilla en la base, y a continuación colocamos los discos de ruibarbo alrededor de toda la base del molde, cubriéndolo.
- En un recipiente mezclamos los ingredientes secos: la harina, la levadura y el bicarbonato. Reservamos.
- Calentamos los otros 50 gramos de miel y los vertemos con una cuchara suavemente sobre el ruibarbo.
- En un robot de cocina blanqueamos la mantequilla con el azúcar entre 4 y 5 minutos.
- Añadimos los huevos uno a uno.
- Añadimos la esencia de vainilla y mezclamos.
- Incorporamos el buttermilk, y mezclamos de nuevo.
- Por último, añadimos los ingredientes secos en dos veces, sin mezclar en exceso.
- Vertemos suavemente sobre el ruibarbo.
- Horneamos a 190ºC durante 15 minutos, y después bajamos la temperatura a 180ºC y horneamos durante 25 minutos más. Pinchamos con un palo de brocheta para saber si está cocido. Si el palillo sale limpio, no necesita más tiempo; si saliera con restos de masa, dejamos un poco más, controlando el tiempo.
- Sacamos del horno y desmoldamos una vez que se haya enfriado.
- Servimos, opcionalmente, con una bola de helado de vainilla y un chorretón de miel.
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